Los actos, presididos por el Obispo de Lugo, Mons. Alfonso Carrasco Rouco, comenzaron en la Iglesia de los Padres Franciscanos, donde se leyó la bula de convocatoria del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, seguida de una oración de acción de gracias por el don del jubileo que une en un mismo sentir a la Iglesia universal, invitando a todos a vivir este gesto como ocasión singular de perdón y de reconciliación, así como de cambio y de renovación
A continuación, en procesión, todos los congregados se dirigieron hacia el atrio de la catedral, a la fachada principal, para proceder a la apertura de la “Puerta de la Misericordia” (puerta de la capilla de San Froilán), que permanecerá abierta hasta el 20 de noviembre de 2016.
En la Eucaristía conmemorativa de este acto, el Obispo de Lugo, recordó que la convocatoria de este Año de la Misericordia es una iniciativa del papa Francisco para celebrar de manera solemne, en todo el mundo, el cincuenta aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II. Monseñor Carrasco afirmó que “el contenido y las formas han sido resumidas por nuestro Papa en una palabra: Misericordia; y, convocando este Jubileo, ha insistido en la necesidad de que toda la Iglesia descubra de nuevo que la misericordia es el corazón de la fe y el camino a seguir”. Y añadió que la misericordia de Dios se experimenta en que nos sabemos queridos por Alguien de forma inmerecida, amor divino que se hace palpable en Navidad, cuando celebramos cuánto nos quiso Dios, que se hizo hombre como nosotros y se quiso quedar para siempre en la Eucaristía: “Desaparece entnces la oscuridad interior, del no saber para qué vivir, para qué sufrir o sacrificarse. Desaparece el miedo, porque el amor del Señor es fiel y toma como cosa propia nuestra historia”.
Señaló que el criterio de acción moral para el cristiano es amar como Jesús amó y que por eso: “ninguna persona debe ser dejada sola con sus pobrezas y sus miserias. Apreciaremos como lo más bello el amor fraterno, la fraternidad vivida, en la que los unos llevan los pesos de los otros”.
Invitó a todos los diocesanos a atravesar la puerta de la misericordia y a celebrar el sacramento de la confesión para obtener el perdón de los pecados y renovar la vida cristiana.
Para terminar su intervención pidió a la Virgen de los Ojos Grandes que “vuelva a nosotros sus ojos misericordiosos, para que también nosotros sepamos guardar memoria viva de la Misericordia de su Hijo, gracias a la cual se renueva siempre en nosotros aquel amor paciente que no desespera nunca de la salvación del mundo”.