Con el eslogan Su mañana es hoy, Manos Unidas celebra una nueva campaña, para la que ha escogido como objetivo la reducción de la mortalidad infantil.
Ante todo, debemos alegrarnos por la perseverancia de esta organización, de sus miembros y colaboradores, que nos proponen, un año más –y serán ya cincuenta y dos–, ofrecer una ayuda real a nuestros hermanos que sufren las consecuencias de la miseria y del hambre, síntesis de las injusticias del mundo.
La bondad de sus iniciativas ha recibido recientemente un reconocimiento público extraordinario con el Premio Príncipe de Asturias. Pero nosotros la reconocemos cada año, porque percibimos cómo ilumina nuestras conciencias y nos lleva a poner en práctica las exigencias de la caridad. Cada campaña nos ayuda así en lo que constituye nuestro tesoro más personal, porque ¿qué sería de nuestras vidas sin una conciencia despierta para la verdad y las necesidades del prójimo, y sin el aliento del amor sosteniendo nuestro corazón?
No hagamos objeción de la crisis social y económica que vivimos, porque ésta no debe poner en cuestión la caridad. Al contrario, en los orígenes de nuestros problemas está sin duda el egoísmo en muy diversas formas, tales como la avaricia, elevada además a criterio de acción y de vida, el desprecio del prójimo, expresado en la mentira y la insolidaridad, o el individualismo radical, que niega el valor incluso de las relaciones más íntimas y familiares. La crisis ha de llevarnos a cuestionar, más bien, el egoísmo, que destruye la responsabilidad y la confianza, las posibilidades de la construcción económica y social. Las circunstancias que vivimos hacen más necesario para todos, si cabe, que vivamos en caridad.
La campaña sobre mortalidad infantil nos alerta de nuevo sobre graves problemas de justicia y de incumplimiento de derechos fundamentales que se dan en nuestro mundo; y nos invita hoy a un gesto de participación personal, cada uno en la medida de sus posibilidades, para hacer posible el mañana de muchos niños. Pondremos así en práctica la caridad, expresando en particular su profunda dimensión de solidaridad y de gratuidad, que ha de ser ejercitada concretamente para no quedarse sólo en palabras, lo que la haría irrelevante también para nuestra propia vida.
Las urgencias implicadas en la mortalidad infantil, que conllevan la necesidad de múltiples atenciones a las madres, pueden resonar además de modo particularmente fuerte en nuestras conciencias. Por un lado, porque los más débiles interpelan más directamente nuestro corazón. Y, por otro, porque todos en nuestra sociedad necesitamos crecer también en el aprecio y la valoración de la vida de los niños –rechazados tan masivamente a través de los diferentes medios y hasta políticas abortivas–, así como en el respeto y cuidado de las necesidades de las madres, aún cuando se planteen de modo muy diferente entre nosotros.
Gracias, pues, de nuevo a Manos Unidas por su LII campaña, por todo su trabajo y por los esfuerzos de todos los que colaboran en ella. El Señor se lo pagará. Como sabemos igualmente que bendice las manos del que da con alegría y el corazón que no se cierra a su hermano. Ya que con todo gesto de caridad lo imitamos y lo seguimos a Él, que por librarnos de la muerte se entregó a sí mismo y de cuyo amor esperamos todo.
Lugo, 17 de enero de 2011
+ Alfonso Carrasco Rouco
Obispo de Lugo
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